Voy tarde llegando al aeropuerto de San Diego, me imagino que voy o vengo de México estando viviendo allá posiblemente y en el invariable apuro, me equivoco de entrada a la sala de salida o a la puerta de llegada, no lo tengo claro hasta que veo por una gran ventana que a lo lejos, ciertos pasajeros que asumo de mi vuelo, están abordando por la escalera móvil al avión esperando. A paso veloz y sin correr para no despertar sospechas de los oficiales en turno permanente, me tengo que regresar por donde venía arrastrando la tardanza en maleta de rueditas, pasar por una área señalizada de prohibido el acceso a personas ajenas, cruzar un par de puertas abatibles de salida o entrada según se vea y burlar así a los guardias, al parecer hispanos indocumentados, que por supuesto no me dejarían atravesar inadvertido al pasillo opuesto, por lo que decidí volver por donde ya dije de las puertas abatibles, pero no me acuerdo bien en qué sentido, y angustiado por el dilema a punto de pesadilla, sin remedio me despierto sin querer.
Los sueños recurrentes, son sueños inacabados que por desgracia se atoran en el inconsciente, la mejor forma de sacárselos de esa oscura parte de la cabeza es dilucidarlos por completo, es decir acabarlos antes de despertar. Suena difícil y hasta imposible pero no lo es tanto. Me tardé toda una vida adulta de mal dormir por estarme despertando a destiempo, pero ahora por fortuna descubro que para resolverlos y disolverlos se tiene que, dormir profundo hasta finalizarlos, aunque suena a sueño guajiro o; soñarlos despierto, reescribirlos e inventarles un final que haga sentido o no, con tal de que nuestra mente, mientras descansa durmiendo, tenga forma de sacar ya por fin la interminable idea esa y olvidarse por completo de la pesadilla de volverlo a soñar repetido aleatorio hasta la eternidad.
Quiero creer que lo que nos sucede en la vida despiertos es también una serie de sueños inacabados que acaban por matarnos de insomnio. Es en esta dimensión de supuesta conciencia existencial donde nuestra historia de vida de ensueño se materializa en una recurrente ilusión pasajera.
El apuro en el aeropuerto de San Diego lo resolví decidiendo detenerme a ver la pantalla de salidas y llegadas, para percatarme que mi vuelo 401 que resultó de ida a México, iba demorado y que no había ninguna prisa de correr, por lo que decidí también, tranquilamente formarme en la fila del Starbuck y esperar a despertarme antes de tomarme el café.