Privilegios diversos / Uno

Con la pena pero…a parte de las inmerecidas ventajas de ser blanco, bien parecido, de clase acomodada y “educado”. Soy además muy afortunado en casi todo lo demás y consciente de todo ello. Soy una serie de privilegios circunstanciales,  situaciones fortuitas, favorables, que han marcado y proyectado mi vida, desde el principio y hasta el día de hoy.

La ubicación geográfica, la alcurnia de cuna y la estabilidad familiar siempre ayudan mucho, sin embargo creo que, agregado a ésto, me han sucedido cosas extrañas y casos extraordinarios que, sin mérito alguno y por pura suerte, me han llevado a donde estoy aquí y ahora.

Algunos son acontecimientos casuales y otras intervenciones o decisiones atinadas y puntuales. En fin, siempre han sido:

Privilegios diversos / Uno

Resulta que desde los 6 años jugué futbol en la subestimada selección del Club Reforma, equipo que consistentemente ganaba por mucho el último lugar de la liga interclubs de la Ciudad de México. Yo era el más chico y el más aventado de todos los que jugábamos, cosa que siempre ponía en predicamento al arbitro en turno, ya que además era yo él único con anteojos puestos y que según dictara la estrategia de mi entrenador, podía jugar así, con mi estrabismo alineado, igual de portero, de defensa, medio o delantero.

Mister Bush, un ex futbolista inglés, en aquel tiempo retirado en México, era mi coach y guía del afortunado momento. Increíble casualidad que impactó y orientó claramente mi sólido carácter y confiada personalidad. La oportunidad de ser parte de la selección del club de pasto y orgullo inglés, fué básicamente demográfica, ya que para inscribirse en Novena división, Mister Bush tenía que convocar y registrar a toda la población infantil del club, todos aquellos menores de 9 años, 11 meses cumplidos, para completar apenas los 15 jugadores mínimos indispensables para no perder por defoult los juego esperados.

El caso es que me tocaba jugar contra puros grandotes, seleccionados entre muchos varones, de enormes escuelas católicas. El resultado eran siempre unas golizas espeluznantes, a veces de veinti tantos contra cero, y cuando bien nos iba, contra un equipo de los menos buenos, nos metían de menos un 10- 3, que yo me acuerde. De cualquier forma al final de cada partido Mister Bush siempre nos animaba con sus consejos entusiastas y celebrabamos las futuras victoria con refrescos patrocinados por él mismo.

Dicha costumbre, marcó en mí un gusto por el juego alegre y desenfadado, sin presión alguna por el resultado. Nunca conté los goles en contra y me dediqué a disfrutar cada jugada que lograba cuajar en la imaginación o en el campo.

Conforme pasaron los años, fuimos mejorando, hubo partidos que perdimos solo de milagro, tuve muy buenas intervenciones y creo que hasta un par de goles que me supieron a gloria eterna. Algunas veces jugábamos once y casi nunca con reservas, siempre apenas nos a completabamos. Para cuando llegamos a Quinta división ya teníamos un muy buen equipo, por supuesto sin títulos ganados, pero de puros titulares activos.

Gracias a ésa emocionante y memorable etapa de mi vida, a la larga, me convertí en un buen extremo aventajado y nunca me preocupó ganar nada que no me divirtiera, y hasta la fecha no le entiendo a la ambición de triunfo.

CONTINUARÁ

Nota al margen: Por si fuera poco en 1970, a mis 11 años, me tocó jugar ahí en el heróico Club Reforma una memorable cáscara con los entonces campeones del mundo, que hacían sus prácticas ahí en el más hermoso campo del planeta.

La celebré selección de Inglaterra compuesta por Gordon Banks, Bobby Moore, Jacky y Bobby Charlton, Allan Ball, entre otros igual de buenos, se prestaron amigablemente a improvisar un juego amistoso que, según recuerdo en mis sueños, terminó empatado a uno con un claro penal que les metí, colocado abajo a la izquierda de Banks, que por cierto fue el único gol que recibió en México porque al día siguiente dicen que se tuvo que ausentar de urgencia por una intoxicación alimentaria.

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