La vida es muy larga, a pesar de que nos digan hasta el cansancio lo contrario. Tenemos mucho tiempo para echar a perder y aprender de lo hecho y deshecho. Volver a empezar una y otra vez, hasta la muerte autoprogramada.
Se trata de programarse y proponerse una vida extensiva, evolutiva y entretenida, para no premeditar cómodos o decrépitos retiros. Yo por lo menos pienso vivir ciento diez años continuos, sin guardar energía para el regreso o para otra vida, sin reserva, sin ambición de un legado material, sin especular finales inesperados, sin suponer que la muerte cae del cielo.
Habrá que poner de nuestra parte, algo más que la divina providencia. Andar con la vida en mente, conscientes del sofisticado organismo que teóricamente conducimos, tratando de mantenerlo en equilibrio relativo. Diluir la dosis de consumo, disolver las falsas expectativas.
El éxito no existe, la felicidad es simplemente, la ilusión de poder alcanzarlo. Nuestro verdadero objeto es el cambio constante y la incertidumbre es lo único que prevalece en el tiempo.
En todo caso si el término no se cumple…La vida es mejor dejarla por terminar… que terminada. Es decir, que te falte vida, mejor.